Ella es un universo único.
Tuvo momentos en el pasado que la ilusionaron. Ella, como muchas, piensa.
Se convenció hace algún tiempo que hay situaciones que no quiere volver a
pasar. Hay vivencias que atesora, hay instantes que procura congelarlos con la
mente, con los ojos y que los quiere repetir. Pero en el amor, hace varios
veranos e inviernos que se cerró.
Ella dio chances. Estaba
convencida que para enamorarse, ella necesita tiempo, horas de conversación
cara a cara, de mensajes, de llamadas. Que necesita reciprocidad, motivos para
poder recién permitirse sentir. Después de anécdotas de amigas y de otras
mujeres, se abrió hacia la posibilidad de que exista el amor a primera vista, a
primer diálogo, a primer beso. Pero ella sigue firme en que no sería su caso.
Ella, a lo largo de esos meses
comprende que estar bien consigo misma es esencial. Ella se valora, crece, se
perfecciona sin tener alguien a su lado. Llega a cierta comodidad con la que se
siente a gusto y teme que apostar al amor, la revolucione y en vano. Ya no se
permite apostar y perder, sabiendo todo lo que conlleva.
Ella igualmente, muy consciente
de todo, espera encontrar alguien que la observe de verdad, que la respete, que
quiera seguirla a donde vaya, que planeen compenetrarse en todos los ámbitos.
Lo que sí, ella ya ha decidido también en jamás dar el primer paso. El primer
paso hacia alguna referencia de cariño. Entre sus nuevas reglas, si comienza a
sentir algo, va a esperar todo lo necesario para captar alguna señal de
acercamiento de él. No quiere ser evidente y mostrar más de lo que buscan
esperar.
Ella lo conoce a Él. Se
encuentran una, dos veces y se preocupa. Ella se preocupa porque después de
formar su escudo protector, por primera vez, le vienen pensamientos de duda.
Ahora se contradice y no entiende si es orgullo o miedo de vivir. Lo que había
construido, de repente se esfuma como una ola de mar que arrasa. Por un lado está
contenta de volver a sentir, por otro sigue con temor a equivocarse.
Se encuentran tres, cuatro
veces, y ya no era una primera impresión idílica. Ella realmente siente. Él está
todo el día dentro suyo. En su mente, en sus redes sociales, antes de dormir,
al despertarse y en sus sueños, él sigue ahí.
Está mal, piensa. Está mal
creer que las cosas sucederán como ella quiere, como pretende. Por más detalles
que se tengan en cuenta al vivir, al amar, al vivir amando, así nada se puede
predecir. Incluso llamar "amor" a lo que no puede explicarse, es
volver a cero. Volver a cero es observar la arena tan blanca que el reflejo del
sol la encandila. Si se siente encandilada, insegura de lo que ocurre, algo
importante fluye dentro y la tormenta de pensamientos pasa a ser normal. Ella
ya no sabe cómo sentirse, tampoco se culpa.
Ella sigue firme con el
principio de no dar el primer paso de cariño. Ella concuerda con que ser amigos
es una linda posibilidad. Así pasan los días, el quinto, el sexto encuentro. Ahí
está ella en su universo compartiendo con otro universo un mismo espacio.
Pensar en el futuro no quiere. De lo poco que la convence ahora, disfrutar cada
momento es uno. No quiere etiquetar la situación, sí quiere darse otra
oportunidad, porque se lo merece.
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