Qué impresionante fue detectar la simplicidad y la complejidad de todo, de cada representación, cada trozo de libro, cada técnica utilizada única, y a la vez no. Se podía ver que el museo intenta generalizar, encuadrar toda la diversidad en el resumen vago de: todos venimos de algún lado distinto, pero en realidad ¿son distintos?
Yo vi similitudes y vi originalidad. Vi todo, sentí mucho, aprecié poco y me quedé con la triste imagen de que los ingleses recorrieron en naves acuáticas y se llevaron tesoros que jamás debían haber salido de su hogar. Creo que sería una hipócrita si resumo la visita incitando a que fue glorioso, incluso si lo fue. Lo que nace y se convierte en extraordinario, en un atractivo que debe ser admirado y recordado, debe tener el respeto que merece, y quien quiera disfrutarlo tiene que ir allí donde lo crearon.
Es casi imposible van a decir algunos, como ir a África a conocer los animales de la selva y renunciar la visita cercana al zoológico de la ciudad. No sé si puedo explicar mi pensamiento porque no estoy ni a favor de guardar el mundo en un museo, ni a favor de limitar a quienes no tienen los recursos económicos de viajar por todo el mundo para conocer y entender. Sobre todo porque incluso debe haber sitios que no tienen semejante exposición de sus propias tradiciones como sí se presentan en el British Museum. De todas maneras ese desencuentro sentimental me surge.
¿Es muy loco pensar que incluso si no puedo costearme viajes para conocer las culturas y religiones del mundo, aunque lo deseo mucho, tampoco creo justo que presenten todo entre pasillos como si fuera algo posible de resumir, de achicar, de enumerar? Son acontecimientos históricos, son familias, son años de tradición, generaciones de arte, horas de traspaso de técnicas, de prácticas y prácticas para que la comunidad tenga su identidad. Esto no puede vagamente estipularse y generalizarse, creo yo.
Soy profesional en turismo y me gusta cuestionar, plantearme si algo por más que sea popular, debiera ser imitado. No, claro que no, los museos son algo que me encanta, paradójicamente soy fanática de los museos, pero no estoy de acuerdo en sus métodos de mostrar lo que no son. Si voy a una ciudad y me muestran algo de otro sitio, no les corresponde. Un municipio, una aldea, una región, un circuito, todo tiene su razón de existir y quienes mejor pueden contar de ellos, son ellos mismos, los hijos, los nietos.
¿Y para qué estamos los profesionales en turismo entonces? Para eso, para procurar que los locales, los nativos tengan beneficio de lo que es suyo, sepan participar, sepan guiar. Para enseñarles, para darles herramientas de sobrevivencia en la actividad turística. Que los atractivos históricos, culturales y naturales se armonicen en prácticas auténticas. Estamos para cuidar el medioambiente, para trabajar con profesionales en otras áreas, y un destino pueda elevar su potencial y desarrollar sus habilidades, pueda incluso agregar nuevas competencias.
Estamos para que la esencia de su identidad perdure, para ayudarlos. Que grandioso es ver a mi profesión asi, porque asi la veo, y cualquier desvió de esto, lo considero una mera actividad económica que nada tiene que ver con el Turismo y la protección de la diversidad cultural.
Comentarios
Publicar un comentario